Sientes que si hablas sobre lo que te sucede…
- podría ser vergonzoso,
- le llevarías un problema al otro que ya bastante tiene con lo suyo,
- representaría una señal de debilidad,
- la otra persona te interrumpa para, una vez más, seguir hablando sobre su vida,
- no habrían de comprenderte,
- el interlocutor de turno podría usar esa información en tu contra.
¿Vivencias irracionales? No, en lo más mínimo. Quienes se han expuesto, han visto cómo alguno de estos temores, se transformaron en experiencias concretas. Fue vergonzosa la experiencia de autenticidad. Se perdió el orgullo de la supuesta invulnerabilidad. Alguien utilizó su apertura como arma de guerra en medio de un conflicto. Esto ha sucedido, sucede y sucederá.
Pero… (este es un maravilloso “pero”), he observado cuánto ganamos aquellos que insistimos en buscar alguien con quien hablar sobre lo que nos sucede. Hemos intentado. Hemos sufrido la frustración. Pero también:
- Experimentamos alivio
- Nos ha servido para superar vergüenzas y ser libre de las apariencias
- Alguien nos contuvo
- La contención nos libró del mundo del encierro y la soledad
- Ordenamos un poco el embrollo mental, al buscar un modo explicarle al otro lo que nos sucede
- Encontramos puntos de identificación con otra persona y ya no nos sentimos tan “raros”
- Una idea nueva llegó para destrabar nuestra confusión
- Al escucharnos, detectamos nuestras distorsiones y exageraciones
- Cuando logramos conectar, esa relación subió un escalón en cercanía y profundidad
- Dejando que el otro nos cuide, nos volvimos un poco más humildes y permitimos que, tanto la Gracia como el Amor de Dios, nos llegue a través de alguien que Él puso allí, a nuestro alcance.
15° Principio para una Comunicación Saludable: “Sólo los valientes conectan bien con los demás”
Dr. Gustavo Bedrossian