Distracción es el desvío de nuestra atención de algo o alguien a quien, supuestamente, tendríamos que darle prioridad.

Atracción es, por el contrario, el enfoque de nuestra atención en algún aspecto de algo o alguien que consideramos bueno, saludable o bello.

Por ejemplo, alguien te está hablando. En lugar de escucharle, te concentras en los contenidos de tu celular. Estás distraído. Tu atención se corrió de foco, impidiendo la conexión con el otro.

Una actitud de atracción te lleva contemplar lo que sucede, no sólo con atención, sino también celebrando las virtudes de esa conversación y promoviendo el encuentro con tu prójimo.

Podríamos definir entonces tres posibles niveles.

Nivel 0: El Modo Distracción nos lleva a “no estar”.

Nivel 1: El Modo Atención nos permite “estar”.

Nivel 2: Mientras que cuando nos posicionamos en Modo Atracción, “estamos” y “celebramos lo mejor de esa situación”.

Estás con tus amigos… ¿Realmente estás? ¿Te distraes? ¿Les brindas atención? ¿O puedes sentirte atraído por algunos elementos rescatables de esa situación?

Cada día cuando enfrentas las responsabilidades de cada jornada… ¿Buscas que el día pase sin pena ni gloria? ¿Te enfocas en lo que está sucediendo prestando atención? ¿O le encuentras siempre el lado atractivo al asunto?

Y así podemos trasladar este tipo de preguntas a cada área de nuestra vida con estos tres niveles: Distracción, Atención o Atracción:

¿Distraídos, atentos o atraídos en relación a Dios?

¿Distraídos, atentos o atraídos en cuanto a nuestra familia?

¿Distraídos, atentos o atraídos con la gente que nos rodea?

Que este día salgamos desafiados a vivir como buscadores de lo atractivo. El que busca encuentra. Aún en cualquier escenario, aún en cualquier escenario, aún en cualquier escenario… la vida siempre es atractiva, la vida es bella.

Dr. Gustavo Bedrossian