¿Alguna vez estuviste tentado de ir modificando tu discurso según la circunstancia de turno?
¿Quizá fuiste alternando entre estos dos tipos de comentarios?
Afirmación 1°: “El que coimea a un policía es un sinvergüenza, un corrupto”.
Afirmación 2°: “Bueno, tuve que arreglar y le di unos pesos. Prefiero que me roben así y no que me roben con las multas. No hay que ser legalista”.
Afirmación 1°: “Yo confío en Dios. Él es fiel. Le voy a dar gracias, suceda lo que suceda. Además, ¡es tanto lo que me ha dado!”.
Afirmación 2°: “Todo bien, pero que Dios se encargue de las cosas en el cielo y yo me encargo de mis cosas en la tierra. Igual a mí me tiene olvidado, nunca escucha mis oraciones”.
Afirmación 1°: “Hay que tratar al prójimo como queremos que nos traten”.
Afirmación 2°: “¡Ah no, yo no me callo más! ¡Aquí si no te haces respetar, te pasan por encima! ¡Con lo que le hice, ése no molesta más a nadie!”
Afirmación 1°: “Este país está como está porque está lleno de gente desleal y mentirosa”
Afirmación 2°: “Estoy conociendo a una compañera de trabajo. Para zafar, le dije a mi esposa que me quedaba en la oficina un rato más, ja, ja…”.
No es sencillo estar a la altura de nuestro discurso. Y mucho más difícil cuando nuestro discurso no tiene raíces muy profundas, cuando no hay convicciones y compromiso con ciertos valores.
Tengamos en este día un poco de autocrítica y repasemos nuestro accionar.
¿Estamos siendo coherentes?
¿Estamos dispuestos a sostener nuestros principios más allá de algún contratiempo?
¿Realmente creemos lo que decimos creer?
La vida, minuto a minuto, pone a prueba nuestras afirmaciones. Todos, en mayor o menor medida, tenemos nuestras contradicciones. Frente a estos podemos:
– vivir hipócritamente sin que se nos mueva un pelo
– condenarnos frente a cualquier equivocación
– o estar atentos, dándonos cuenta de lo que hacemos o dejamos de hacer, y ajustando nuestro comportamiento.
Desarrolla convicciones firmes. Sostenlas en los tiempos difíciles. No tuerzas tu discurso o tu ideal para adecuarlo a un estado anímico pasajero. Todos podemos contradecirnos, pero la decadencia comienza cuando dejamos de “darnos cuenta”. Chequea cómo viene tu vida por estos días. Tu coherencia o tus contradicciones no sólo te afectarán a ti, sino a otros que te están observando.
Gustavo Bedrossian