“Dios nos da descanso, pero a veces parece que no podemos aceptar un regalo tan extravagante” (Wayne Cordeiro).
Estupenda frase de alguien que tuvo que aprender a aceptar el regalo del descanso luego de un proceso difícil; a partir de su quebranto físico, anímico y espiritual, Cordeiro se sumergió en una profunda revisión de su estilo para afrontar la vida.
Uno de los Salmos bíblicos que más conoce la gente (hasta de memoria) es el Salmo 23. Allí David, un hombre que fue pastor de ovejas antes de ser el rey de Israel, compara el cuidado que Dios pretende brindarnos con la tarea de un pastor con sus ovejas. Una de las frases más inspiradoras del Salmo es aquella en la que el autor afirma: “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”.
La imagen que se me cruza por la cabeza ante tamaña descripción es un zambullido sobre esos pastos para quedarme quieto contemplando.
Recientemente hice referencia a una paciente cristiana sobre este regalo de Dios. Ella, con una gran capacidad para reírse de sí misma, y haciendo autocrítica, acotó:
“Bueno, antes de tirarme en el pasto, supongo que yo habría ido a buscar una cortadora de césped. Me hubiera cerciorado que el terreno estuviera limpio y desinfectado. Y, por las dudas, tiro una lonita para no apoyarme directamente sobre el pasto. Muy probablemente, cuando ya estuviera horizontalizada, al mirar el cielo, comenzaría a sentirme inquieta por estar perdiendo el tiempo; por lo cual, procedería a realizar una listita con todos los pendientes para hacer. Al avanzar con el listado, es muy probable que me desespere por tanta tarea. Sin lugar a dudas, entonces, tomaría la lona, la cortadora de césped y saldría corriendo a cumplir con el deber”.
¿Exageración? Un poco. No demasiada en el caso citado.
La frase de Cordeiro y el comentario de esta persona no son casos aislados. Nos representan. Por momentos, me representan (cada vez menos, gracias a Dios).
Aceptar el descanso que Dios nos propone implica reconocer que…:
Dr. Gustavo Bedrossian