¿Puede el crecimiento convertirse en una amenaza?
Tenemos una pareja de novios donde ella vive criticándolo a él por su inmadurez. Él no se esfuerza mucho en demostrar lo contrario. De repente, él hace un clic y comienza un proceso de cambios. ¿Buena noticia para ella? Extrañamente, no; no es una buena noticia. Ahora se establece otro tipo de vínculo y ella tiene que enfrentarse con sus propios miedos y su propia inmadurez para tomar decisiones en cuanto al presente y futuro de la relación.
Dos amigas tienen un rendimiento parejo en sus trabajos que no difieren demasiado entre sí. Una de ella, de a poco, comienza a crecer y a destacarse. La otra se empieza a inquietar. Este avance la desequilibra y, a la vez, la confronta con su propia realidad laboral. Aunque ponga la mejor cara, no puede disfrutar del progreso de su amiga. Siempre tiene que hacer un comentario irónico para desacreditarla o intenta minimizar cualquier logro que ésta obtenga.
En una familia hay alguna que otra creencia vinculada con Dios y una práctica religiosa fría y desconectada de algo profundo. En algún momento, un integrante de este grupo comienza a tener experiencias espirituales intensas. Salió del plano de la tibieza y vive una profunda relación con Dios. No juzga a su familia. Pero la familia sí lo juzga a él. Esta experiencia individual viene a cuestionar el statu quo del aplastamiento espiritual del clan. Este crecimiento es una amenaza. ¿La mejor forma de eliminar la amenaza? Boicotear de cualquier forma posible esa experiencia espiritual.