Cada día elegimos.
Elegimos hacia dónde van nuestros pensamientos.
Y a la hora de recordar nuestro pasado, elegimos (arbitrariamente) cómo pensarlo. Sería imposible retener y recordar todo lo que nos aconteció. Cuando vivimos un hecho, hacemos un recorte de todo lo sucedido; por lo cual nuestra ATENCIÓN es selectiva. Y, a la hora de recordar, también hacemos un recorte (privilegiamos algunas anécdotas y “olvidamos” otras); por lo cual también nuestra MEMORIA es selectiva.
Y de esa selección surge una narración de nuestro pasado. ¡Cuántas veces hacemos todo lo posible por construir narraciones que nos lastimen!
“Mi vida es una historia de rechazo tras rechazo”.
“Cada vez que tuve un sueño, alguien se encargó de aplastarlo”.
“Mis padres nunca me prestaron atención”.
“Siempre di más de lo que recibí”.
Y cuando tratamos de ese modo con nuestro pasado, nos olvidamos de aquellos que se brindaron hacia nosotros, de los logros, de las atenciones recibidas, de pequeños gestos donde nos demostraron afecto, etc.
Edmond Burke afirmó:
“El pasado debiera ser un trampolín, no una hamaca”.
¡Brillante! Cuando el pasado es una hamaca, vamos y venimos dentro de una corta distancia, pero sin ir muy lejos. Esa lectura del pasado nos arroja al mar de la desesperanza y la pasividad. Ahora bien, cuando decidimos hacer un recorte con agradecimiento al pasado, cuando seleccionamos también los buenos momentos, el pasado es un trampolín que nos conduce a nuevos desafíos.
Hay dos conceptos en la Biblia que nos pueden ayudar para tener un buen tratamiento del pasado:
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”.
“Si hay algo digno de virtud, en eso pensad”.
Lo malo ha existido en el pasado, existe en el presente y existirá en el futuro. Pero no seas vencido por eso. Quítale terreno con buenos recuerdos y con el ejercicio del bien en el presente. Y anímate a pensar en las virtudes de tu pasado: en las virtudes de aquellos que te rodearon y en las virtudes que pudiste desplegar con la ayuda de Dios.
Vamos amigo, comienza la semana dando gracias por tu pasado. Rompe la inercia de la autocompasión y sé agradecido. Bájate de la hamaca en la que ya te estás mareando. Aún lo malo, úsalo como trampolín. ¡Piensa en lo bueno, agradece por lo bueno, lánzate hacia algo todavía más bueno!
Te mando un abrazo.
Gustavo Bedrossian