He promovido el respeto del hombre hacia la mujer. Asimismo, animé a mujeres para que desarrollen una actitud asertiva y firme ante las actitudes de humillación que pudiera tener algún hombre. Tuve diferentes tipos de grupos con varones reflexionando con ellos sobre la necesidad de ser compañeros, amables y serviciales con la mujer. Con mi esposa, hemos creado espacios para que, juntamente hombres y mujeres, aprendan a tratarse con respeto. Son casi treinta años de ejercicio profesional trabajando desde ese lugar. Ha sido por momentos una tarea gratificante al ver cambios significativos. También pasé por momentos difíciles con amenazas y situaciones bastante incómodas.
Un aspecto que surgió infinidad de veces a través del tiempo es cómo las heridas no sanadas de un hombre, la falta de reconocimiento sobre las mismas, y la falta de inteligencia emocional, son un caldo de cultivo para las diferentes manifestaciones de violencia. Y saliendo del plano individual, muchos paradigmas socioculturales, han aportado un condimento extra a la legitimación de la violencia masculina.
Ahora bien, va creciendo un fenómeno con el que disiento: cierto permiso social para que la mujer hoy pueda ser violenta con el hombre, justificando esto en que “es la reacción normal luego de tantas décadas de sometimiento”. No sé si por convicción, temor, culpa o camaleonismo, algunos hombres que tienen espacio en los medios masivos de comunicación, terminan repitiendo ese discurso. La violencia que tuvieron algunos hombres hoy abriría el camino para que aquellas mujeres que no pudieron sanar sus heridas, puedan dar lugar al resentimiento hacia el hombre y, con cierto culposo aval social, puedan agredir a un varón con total impunidad.
Celebro todos los avances que se van dando para que la mujer pueda recibir un trato igualitario.
Celebro que hoy en día existan más herramientas para que una mujer pueda poner límites a la violencia del hombre.
Celebro que muchos varones sean más amorosos y serviciales con las mujeres.
Pero… nunca voy a celebrar la violencia. Provenga de quien provenga.
Un hombre herido que es violento no recibe nuestra ayuda cuando justificamos su violencia. Lo mismo es válido para una mujer herida cuando es violenta. Por favor, ya somos grandes; no me vengan con el cuento de que esta etapa es necesaria como reacción a la anterior. No; la violencia nunca es necesaria. Y si no se detiene a tiempo, se expande.
Sigamos buscando el bien para todos. Así como los hombres no se sanan desplegando violencia, lo mismo sucede con las mujeres. La salud viene a partir de reconocer las heridas, sanarlas, buscar la reparación y ser firmes. Aún estamos a tiempo de darnos cuenta que el camino de la salud nunca coincide con el camino de la violencia.
Seamos agentes de cambio. Seamos agentes de salud. Cuidemos a la mujer. Cuidemos al hombre.
Dr. Gustavo Bedrossian