¿Cuáles son tus problemas?
¿Sabes que tú estás definiendo todo el tiempo el nombre, el tamaño, el alcance y tantas otras cosas en relación a tus problemas?
Una de las enseñanzas que más me ha marcado en mi formación de postgrado con el Lic. Claudio Des Champs, tiene que ver con esta cuestión: ¿Cómo definimos nuestros problemas y cómo ayudamos a los demás a definir problemas? Me quedó muy grabado cuando él transmitió este principio: gran parte del éxito en la ayuda profesional consiste en ayudar a las personas para que puedan plantear problemas que sean solucionables.
Quizá lo entendamos mejor con algunos ejemplos. Te mostraré algunos planteos de problemas que sólo profundizarían una situación negativa:
1) “Mi problema es la forma despectiva con la que me trata mi jefe”.
2) “Siempre mi problema fue el no haber sido valorado por mi familia”.
3) “Mientras el gobierno no cambie, no hay ninguna vía de solución a mis problemas económicos”.
Estos tres planteos tienen algo en común: nos dejan afuera en cuanto a las posibilidades de hacer algo para estar mejor (no está nada mal para aquellos que quieren victimizarse y responsabilizar siempre a los demás). También nos llevarán a un destino común: la impotencia y la frustración al ver que el problema no se resuelve y la situación se agrava.
¿No sería más saludable y más comprometido construir otro tipo de problemas? Por ejemplo, podríamos cambiar los tres dilemas anteriores por éstos:
1) “Mi meta será en vivir una jornada laboral con entusiasmo y concentrado en mi tarea, independientemente del trato que me brinde el jefe o algún compañero de trabajo”. También la persona podría buscar un cambio de escenario laboral y concentrarse en resolver el problema desde ese ángulo.
2) “Voy a empezar a valorarme por lo que soy para Dios. Con su ayuda, voy a cambiar todas las creencias negativas que tengo sobre mí mismo y sobre cuánto valgo”.
3) “Más allá de las políticas del gobierno, tengo que aprender a administrar mi economía y mis negocios de un modo apropiado para estos tiempos que estoy viviendo”.
Escúchate cuando hablas de tus problemas. Si quieres, escribe cuál es, a tu juicio, tu problema. Luego que lo tengas escrito, pídele sabiduría a Dios para que te ayude a construir una definición del problema que no te hunda sino que te centre en lo que tú puedes hacer y en lo que Él desea que hagas. Dedica un tiempo a esta tarea. Mientras no construyas problemas solucionables, por razones obvias, no vendrán las soluciones. Hay soluciones esperando que les des el marco adecuado, ¡¡adelante!!
Gustavo Bedrossian